Primavera confinada en casa

No estoy pasando la cuarentena sola. Aparte de mi pareja, esta primavera confinada en casa me acompañan Alexandra David-Neel en su viaje hacia Lhasa disfrazada de mendiga, Alfonso Armada recorriendo las carreteras secundarias de la España vacía, Pepe Naranjo dándole voz a los invisibles de Kolda, Irene Vallejo por los pasillos de la antigua biblioteca de Alejandría y un sinfín de revistas en sus formatos online y podcasts.

Por mi tendencia a la socialización y la excesiva verborrea pensaba que me costaría mucho el permanecer confinada –peor aún, aislada– del contacto físico, pero no he podido encontrar mejor compañía estos días que los libros, la literatura de viajes y en diferentes historias, en todos los formatos y versiones. Releyendo uno de esos libros que parece que el azar deja a mano en momentos clave, me encuentro con una frase de Muñoz Molina que invita a reflexionar (los paréntesis son míos).

“¿Cómo será la vida normal cuando volvamos a ella, cuando (no) haya ferias, (ni) fiestas, (ni) campañas electorales, (ni) inauguraciones, (ni) exposiciones universales, (ni) campeonatos del mundo? (…)”

Dentro de unos meses, cuando empiecen a salir a la luz las taras mentales que esta pandemia y el confinamiento nos haya dejado, veremos esta experiencia como algo lejano, irreal, casi ficticio. Y entonces las experiencias privadas se llenarán de colectividad y todos querremos contar dónde estuvimos y cómo lo vivimos. Como locutores de este momento en el que estamos siendo testigos, llenaremos conversaciones de cafés y cañas con nuestras anécdotas y nuestros hijos y nietos nos mirarán con cara de aburridos cuando empecemos a contar la enésima batallita de aquel confinamiento que vivimos en el 2020 y del que cada uno de nosotros guarda un recuerdo diferente. Muchos dolorosos, sobre todo por las pérdidas personales y por la vergonzante cifra de fallecidos. Otros más profesionales, por el trabajo o la pérdida del empleo con lo que supone de recursos y precariedad o por la opción de tener que conciliar teletrabajo y vida personal o familiar.

Todos, incluso los afortunados que viven en zonas donde casi no ha habido víctimas, recordarán estos días encerrados en casa como un paréntesis, un punto de inflexión desde el que recordar qué es lo importante en la vida. ¿Los viajes? volverán, sin duda.

Dice Alfonso Armada en uno de esos libros que estoy leyendo estos días: “que el viaje te sorprenda. Que te abra los ojos. Que un giro equivocado te descubra un espejismo. La verdadera naturaleza del viaje es la de dejarse arrastrar por lo imprevisto”. Pues eso.

Seguramente su intención no tenía nada que ver con enfrentarnos a una pandemia, pero no se me ocurre mejor actitud con la que afrontar estos días.

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