Recorriendo la isla de los conejos por carreteras secundarias (3)

Pedro tiene dos hijos y una casa con muchas habitaciones en Haría. En realidad, los niños viven con su madre en Teguise y no es una sola casa, sino muchos espacios adosados que se han ido acoplando sobre una primera estructura. La compró en la época buena y ahora está intentando sacarle el mayor provecho posible. Ha visto en el turismo rural una forma hacer negocio, y también de poder pagar la hipoteca y la manutención que tiene que pasar todos los meses.

En este pueblo con nombre en condicional, César Manrique decidió construirse su casa y llegan turistas de todo el mundo a visitarla. También las bicicletas frecuentan esta parte de la isla, con muchas rutas por la zona del Volcán de la Corona. El perfil de gente que viene a la casa de Pedro es variado, desde jubilados nórdicos que llegan a Lanzarote buscando el buen clima de la isla, a ciclistas de paso que solo hacen una noche y siguen ruta, o parejas que vienen a pasar unas vacaciones en este bucólico pueblecito. “He tenido mucha suerte, nada más abrirlo ya empezó a venir gente”. Lleva abierto casi dos años y de momento el negocio va bien, aunque tiene muy claro que esto es una cosa a largo plazo. Para recuperar toda la inversión aún le queda mucho, aunque por si acaso ofrece la casa en venta, “porque nunca se sabe quién puede estar interesado”, se justifica.

En Haría las casas blancas de puertas verdes y las palmeras dominan un paisaje lleno de huertas y cultivos. Lo extraño es encontrarse con otros colores. Sin embargo, en el centro del pueblo hay una casa que rompe con toda esa uniformidad. Tiene una apariencia normal, pero en la azotea hay troncos pintados de muchos colores, como si fueran banderas de diferentes países y cuando sopla el viento se mueven los objetos que hay colgando de las ramas.

El cementerio de Haría está lleno de tumbas anónimas. Estuve buscando al cuidador o la persona encargada de abrir y cerrarlo, pero no vi a nadie y me quedé con la duda. ¿A quién pertenecerían? Lápidas blancas sin nombres escritos, solo una cruz marrón de madera. Y la tumba de César Manrique, que destaca por un enorme cactus sobre una pequeña losa de piedra volcánica que tiene escrito su nombre y una fecha: 1919-1992.

Haría es silencio y humedad por las noches. Despertarse con el ruido de los pájaros que duermen en las palmeras. Muchas casas tienen pequeños huertos. También hay algunos hoteles rurales de lujo donde cuentan que se han hospedado personajes famosos, pero en estos días no se ve a mucha gente por el pueblo, ni famosa ni anónima. Un burro rebuzna en una huerta cercana. Los sábados hay un pequeño mercado de artesanía donde venden productos locales. Correos abre de 10 a 12h. En el mercado municipal hay algunas tiendas y un pequeño bar que sirve comidas, y es el lugar más concurrido del pueblo. En la plaza hay un antiguo aljibe reconvertido en sala de exposiciones donde se dan la mano estos días guitarras y pinturas venidas de diferentes lugares. Como en toda la isla de Lanzarote, cuando oscurece, y más cuando aún hace fresco, el silencio abruma. Veo más movimiento de día, en los teleclubs o en algún bar que de noche.

Joaquín Reyes Betancort es artesano alfarero, y trabaja el barro de manera tradicional, «como los primeros pobladores de la isla», dice. Junto a su mujer tiene un pequeño puesto de artesanía en Haría donde vende su trabajo: cuencos, alguna escultura, bisutería con obsidiana y las famosas figuras de los novios de El Mojón, con unos genitales enormes.

Betancort trabaja con calma, como todo en esta isla. En las estanterías de la tienda se le acumulan las piezas de barro cocido en un tono rojizo. También hay algunas negras que consigue mezclando la arcilla con la ceniza de la leña del horno. Hay piezas que están sin cocer, y las mantiene dentro de una bolsa de plástico para que no se sequen. Tiene que esperar para trabajarlas porque se ha cortado en un dedo y lleva la herida tapada con una tirita.

Estos días en Arrecife se puede ver la exposición “Ultrasuvenir”, de Nicolás Laíz Placeres. Ídolos y símbolos de Lanzarote hechos con la basura de las playas, recuerdos y toallas escritas con mensajes como “El turismo es duro para el cuerpo. Eminem” una dura reflexión sobre el concepto de los viajes hoy en día, y mucha crítica social. En una esquina hay una pareja de novios de El Mojón enormes, casi a tamaño real.

Como si fueran los señores de la isla.

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