Santo Antonio, las fiestas de Lisboa

Santo Antonio son las fiestas de Lisboa. Duran prácticamente todo el mes de junio, aunque el momento grande es la víspera del santo, la noche del 12 al 13 de junio. La ciudad se llena de arraiais, que son chiringuitos de comida callejera que montan en las plazas y calles, decoradas con guirnaldas de colores y luces.

A los arraiais se va a comer y a beber. Y si hay escenario con música en directo, a bailar lo que echen hasta que el cuerpo aguante. También hay merchandising típico de Santo Antonio: Macetas de manjerico, (una planta que en Murcia se llama alhábega), donde clavan claveles de papel con pequeños poemas, y gorros o delantales patrocinados por la marca de turno, que llevan todos los que trabajan en los puestos y los chiringuitos donde sirven chupitos de ginjinha y licores.

Hay mesas y bancos largos, puestos donde se asan sardinas, chorizos, bifanas… y donde corre el vino verde, la sangría y la cerveza. También se comen caracoles y caldo verde, perfecto para cuando hace frío por la noche. La gente hace cola mientras se van asando sardinas, una detrás de otra sin parar.

Estoy buscando un lugar desde donde fotografiar la barbacoa humeante, manejada por un señor con un gorro de sardina en la cabeza. Al lado, en un puesto atendido por dos señoras me encuentro este poema entre las macetas de manjerico:

Formosa, meiga, inocente,

casta filha do Senhor. 

Nem tu sabes, nem eu quero 

Falar de falas de amor

Todas las calles de Mouraria, el barrio en la ladera del castillo de San Jorge están llenas de gente, de barbacoas y de música. No es exclusivo de esta zona, hoy todo el centro (Chiado, Alfama…) está invadido por el humo de los fogareiros à porta, las pequeñas barbacoas que los vecinos y amigos montan en la entrada de las casas y que llenan la calle de una humareda con olor a sardinas. Lo curioso es que no se oye ni música estadounidense ni reguetón. Mucho fado, canciones brasileñas y alguna de ritmos enlatados de una cantante portuguesa. Como si la MTV no hubiera llegado hasta aquí. También hay alguna fiesta con música electrónica y DJ’s pinchando, pero en el Arraiais de Vila Berta (en Graça), salvo una canción de Shakira y otra de Ricky Martin, todo el tiempo suena música en portugués. Estas son algunos ejemplos de lo que se bailaba por los arraiais esa noche.

Conforme avanza la noche, la cosa se va animando. Música, gente, baile, humo…el cielo se oscurece y la sensación de irrealidad se acentúa. Quiero probar la morcilla portuguesa y llevo un buen rato esperando mi turno junto a una de las barbacoas. Dos chavales armados con un delantal y unas pinzas largas se turnan para darle la vuelta a los lomos de la carne y las sardinas. Les pregunto el nombre, pero con el ruido de fondo no llego a entenderlos bien. João algo se llama uno y del otro no consigo enterarme. El más cercano tiene los ojos rojos y vidriosos por el humo, pero no aparta la mirada de su trabajo ni un momento.

Son las 11 de la noche y llevan aquí probablemente desde las 6 o las 7 de la tarde. Mientras uno vigila la carne, el otro parte el pan para los bocadillos y unta sobre los lomos una salsa de algo parecido al tomate rallado. Hablan a gritos para hacerse entender entre la música y el ruido de la gente. Aún les quedará un rato para irse a casa, así que mientras espero, insisto en charlar con ellos.

-¿Cuántas sardinas se pueden llegar a vender en las fiestas de Santo Antonio?

-¿Sardinas? ¡Muchas, muchísimas…te diría que millones!

Esta noche también hay un desfile por la Avenida Liberdade. Un grupo de niños y niñas pequeños, de 8 o 9 años vestidos con trajes típicos, van andando rápido y se detienen delante de los palcos para bailar. Es muy divertido verlos, porque detrás de ellos después de desfilar, van las madres repartiéndoles botellas de agua y dándoles ánimos, con folletos que informan sobre el desfile y periódicos o publicaciones de las organizaciones a las que pertenecen.

Pero no todo es fiesta y baile. El 13, el día del Santo, hay una procesión que lo pasea y termina en la Iglesia que lleva su nombre, muy cerca de la Sé (la catedral). Cientos de personas lo acompañan, desfilando con estandartes y cantando por las calles del casco antiguo de la ciudad, mientras el santo va en el maletero de una pick up, enganchado con arneses.

Esto es Lisboa. Una ciudad que durante esta semana vive para su Santo.

 

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