Del glamour a las trincheras

Anna Leska, aeródromo de White Waltham, Inglaterra 1942. Segunda Guerra Mundial © Lee Miller ArchivesLee Miller, corresponsal de guerra © Lee Miller ArchivesModelos con máscaras contra el fuego en Londres © Lee Miller ArchivesLee Miller. Retrato. © Lee Miller Archives

Una exposición en Londres hace un recorrido por la obra como fotógrafa de guerra de Lee Miller durante la segunda Guerra Mundial

De la 2º Guerra Mundial se ha escrito, y mucho. Pero merece la pena destacar una perspectiva diferente de la historia: la realidad de muchas mujeres que participaron en el conflicto, con diferentes papeles y roles, pero todos clave para entender el empoderamiento de la mujer en el siglo XX. Hasta el 24 de abril se puede visitar, en el Imperial War Museum de Londres la exposición Lee Miller, a woman’s war.

Es una retrospectiva del trabajo que realizó un personaje que fue, entre otras cosas modelo, musa surrealista y fotorreportera de guerra: Lee Miller.

Aparte de las curiosidades sobre su vida, lo interesante es la trayectoria que sigue. Americana, tiene una relación escabrosa con sus padres, familia acomodada neoyorquina.  Desde muy joven está vinculada a la fotografía, que se le plantea como tratamiento para una violación que sufre de niña por parte de un amigo de la familia.

Sus inicios son como modelo en el Nueva York de los años veinte, relacionándose con un ambiente glamouroso y exclusivo. Posteriormente se instala en París donde se hace musa –y amante- de Man Ray y se codea con grandes personalidades del Surrealismo como Buñuel, Cocteau o Picasso.

En esta época su papel pasa de modelo, a iniciarse en la fotografía artística de la mano de su mentor. Más adelante se casa con un magnate egipcio, mantiene una relación intermitente con Roland Penrose, con quien se casará para luego divorciarse…. Y durante la 2º Guerra Mundial será una de las 4 fotorreporteras acreditadas del ejército de Estados Unidos, cubriendo la guerra para Vogue Britain, llegando a estar en primera línea y siendo testigo de alguno de los acontecimientos más importantes del siglo XX.

Realiza un trabajo con una visión muy personal, donde claramente se ve su pasado surrealista y su vinculación al mundo de la moda, pero gracias a ella existe una perspectiva muy humana y documentada del conflicto. Sus fotos resultan en ocasiones frívolas, a veces un tanto fuera de lugar y contexto, como si la guerra fuera algo lejano a las protagonistas, y en muchas ocasiones la única forma de conocer qué sentían y cómo vivían la guerra los personajes femeninos que retrata.

A diferencia de conflictos anteriores, durante la 2º Guerra Mundial las mujeres jugaron roles de gran importancia, y ella sabe mostrar ese papel. Las hay pilotos, enfermeras, periodistas, mujeres que se alistaron a diferentes cuerpos militares femeninos donde empuñaron armas o recaudaron dinero, mujeres que accedieron al trabajo industrializado de las fábricas, que aprendieron a conducir  o que sufrieron los ataques aéreos en sus casas, pero su actuación, a veces olvidada, fue clave.

Con esa peculiar visión, Miller retrata a modelos posando entre las ruinas bombardeadas de una casa en Londres, con máscaras para protegerse de las radiaciones, a pilotos antes de partir, o posa ella misma con su uniforme de corresponsal de guerra completamente maquillada y recién salida de la peluquería, fotos dignas de una publicación como Vogue.

Esas fotos, entendidas desde el contexto en que se realizaron, muestran los diferentes cambios de roles, de estilo y de moda que sufrieron las mujeres antes, durante y después del conflicto.

Sus compañeros la acusaban de falta de técnica fotográfica, pero su paciencia se vio recompensada. Con empatía femenina, muestra detalles íntimos y familiares, difíciles de captar con una imagen. Por su condición de mujer, pudo acceder a muchos lugares reservados y retratar escenas de cotidianeidad en un momento tan difícil y donde la equidad de sexos era una utopía.

Comentaba un fotógrafo americano que coincidió con ella en diferentes ocasiones, que lo que más le chocaba era encontrarse en ese lugar “una mujer hipocondríaca, con múltiples fobias, amantes varios, una vida tan glamourosa… y que hiciera tan bien su trabajo”.

Dos de cada tres víctimas civiles fueron mujeres y niños, y muchas de las mujeres que retrató fueron violadas, heridas o asesinadas en la guerra. Algunas de sus fotografías son consideradas míticas y  han sido reproducidas en múltiples ocasiones. A pesar de ello, Miller no quedó inmune, y aunque finalizada la guerra fue recibida como una celebridad en EEUU y Reino Unido, sufrió depresión, alcoholismo, y se retiró de la vida de fotógrafa para dedicarse a la cocina. Curiosamente, una de las últimas fotos que le realizaron fue de tradicional ama de casa, preparando la comida para un programa de televisión en Inglaterra.

Murió en 1977 víctima de un cáncer. “Interesante mujer, pero nadie sale inmune de una guerra”, comentan dos señoras al salir de la exposición. “Nadie, nadie… pero qué guapa era” le contesta la amiga mientras se ayudan mutuamente a bajar las escaleras.

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